sábado, 30 de abril de 2016
jueves, 28 de abril de 2016
Planificación ensayo autobiográfico
Tema: Experiencia alrededor
de la inmersión en el agua (Jornada de limpieza de playas en Juanchaco y
Ladrilleros).
Tesis: El gusto por estar sumergido en el agua fue precisamente lo
que fue forjando el camino hacia donde estoy.
Tipo de texto: Ensayo
autobiográfico.
Propósito: Informar sobre
los hechos que estuvieron involucrados con mi práctica del buceo y explicar la
relevancia de esto para mi actualidad
Destinatarios: Compañeros
de clase de COE ll, personas con condiciones sociales y educación similares a
las mías. Profesora de la clase de COE II.
Acción textual: El texto
describirá la experiencia de inmersión en el agua, en especial, aquella vivida
en la jornada de limpieza de playas. También argumentará la manera en la que el
gusto por la inmersión en el agua me llevó a ser quien soy hoy.
Tono: Familiar, personal,
un poco académico y formal.
Textualizadores: Ejemplificación,
anécdotas, citas.
Lista de ideas
--Planteamiento de la tesis. (¿Cómo
introducirla?)--
1.
Aprendizaje del buceo
1.1.
Pasión por la natación
1.2.
Buceo como una extensión de la natación.
1.2.1. Importancia
del apoyo de mi familia.
1.3.
Estar sumergido como un espacio de soledad y de
auto-búsqueda.
1.3.1. Ejemplo
del sentimiento de soledad y auto-búsqueda.
1.3.2.
Importancia de ese espacio de auto-búsqueda para la construcción del yo (buscar
una cita).
1.4.
Intriga y asombro por el mundo marino
despertados por el buceo.
2.
Limpieza de playas
2.1.
Invitación y decisión de asistencia.
2.2.
Sorpresa (abrumado) por la situación de las playas.
2.3.
Indignación - ¿Cómo algo tan bello y que me ha
brindado tanta paz y aprendizaje interno puede estar así? ¿Qué puedo hacer?
Contacto con la realidad, transición de las problemáticas mundiales de ajenas a
personales.
2.3.1.Citas
y datos de informes sobre la situación mundial y local de contaminación de los
océanos.
2.3.2. ¿Por qué nadie más se impactaba?
3.
Desenlace de eventos
3.1.
Tomé como meta personal hacer algo al respecto.
3.2.
¿Cómo unir mis metas de ese tiempo con la meta
propuesta?
3.2.1. Dificultades
para cumplir la meta
3.3.
Decisión del futuro académico y laboral difícil.
Sacrificio de la meta a corto plazo para un desenlace fructífero a futuro.
3.3.1.
¿Me deje influenciar de falsos supuestos?
3.3.2. ¿Fue
la mejor decisión dado el contexto nacional?
3.3.3.
¿Fue la mejor decisión para mí (plan de vida y felicidad/satisfacción
personal)?
--Cierre--
jueves, 21 de abril de 2016
Planificación texto audiovisual
Tipo de texto: audiovisual
Tema: mi
recorrido hacia la producción el ensayo autobiográfico
Propósito: explicar mi
proceso de composición del ensayo autobiográfico
Tono: formal
Destinatario: profesora y compañeros
de la clase de COE II
Lista de ideas
1.
Autobiografía
1.1. Selección
del tema
1.2. Escritura
1.2.1.
Planeación
1.2.2.
Producción
1.2.3.
Reescritura
2. Ensayo
2.1. Análisis
de la autobiografía
2.2. Planeación
inicial
2.2.1.
Indagación
2.2.2.
Selección de información
2.3. Escritura
2.4. Reescritura
lunes, 18 de abril de 2016
Sumergiéndome al futuro (autobiografía versión 2)
Estoy bajo el agua, con los ojos bien abiertos a pesar del ardor,
burbujas salen lentamente de mi nariz y boca. De repente, la necesidad de
tomar aire es insoportable y, finalmente, salgo a la superficie. Este es tal
vez el recuerdo más recurrente de mi niñez. Todos los días me sumergía y
exploraba, una y otra vez, el mundo submarino de la piscina. Antes de caminar, ya chapoteaba en charcos y platones con un
éxtasis reservado únicamente a la inocencia de la infancia. Conforme ese
asombro inocente fue desapareciendo, un gusto nuevo empezó a vislumbrarse en mí.
Con mi niñez atrás y mi adolescencia por delante, el acto de sumergirme en una
piscina comenzó a satisfacer un gusto más maduro: el gusto por la soledad. Ese
gusto por la soledad no era proyección de un deseo de aislarme de la gente,
sino de un aprecio infinito por la quietud que la soledad proporcionaba. Estar
ahí, inmerso en el agua, ajeno de todas las preocupaciones del día a día: ese
era mi deseo más profundo. Fue así como el deseo de sumergirme en el agua se
convirtió en una parte esencial de mi rutina diaria, era como una droga que
dictaba todo lo que sucedía a mi alrededor. Era gracias a esa pequeña actividad
que mi mente se aclaraba, mis pensamientos se formaban y mi vida tomaba
dirección.
Cada vez, ese gusto y necesidad por la soledad que
me proporcionaba el estar bajo el agua se hacía más y más fuerte, y buscaba
constantemente nuevas formas de satisfacerla. Fue así como me inicié en el
buceo. En esta nueva actividad me reencontré con el asombro inocente de la
niñez, pues el mundo submarino, algo desconocido para mí en ese entonces,
desbordaba con maravillas llenas de misterio. Cada vez me intrigaba más y más
por el océano y su naturaleza extraordinaria, y despertaba en mí un sentimiento
de pertenencia hacia ésta. Fue precisamente ese sentimiento de pertenencia lo
que me impulsó a inscribirme en la jornada mundial de limpieza de playas de
PADI (institución internacional de buzos certificados).
Las playas que nos designaron para limpiar, a mí y
a quienes me acompañaron, fueron las de Juanchaco, Ladrilleros y las playas
adyacentes. El viaje estuvo lleno de expectativas. Ansiaba ver esas playas de
las que tanto se escuchaba y poder ayudar, aunque fuera un poco, en su
conservación. Hoy en día, no estoy seguro de lo que me iba a encontrar al
llegar, pero sí tengo la certeza de que es imposible que hubiera podido prever
el caos y el desastre en estas playas. Diferente a como lo había experimentado
en mis viajes de buceo, no eran peces y aves los que rondaban las playas y sus
aguas. Por el contrario, eran papeles, botellas y bolsas los que tapizaban tanto
potencial natural; eran agujas, pañales y vidrios con los que los niños, que
ahí habitaban, convivían al nadar.
Para muchos la situación no era alarmante, pues si
nuestras propias ciudades están tan atestadas de desechos, cómo no estarlo los
rincones naturales menos atendidos. No obstante, para mí, que había presenciado
la belleza enigmática del mundo marino, que había encontrado en él la calma
negada por el día a día, la situación era abrumadora.
¿Cómo es posible que algo tan bello y preciado estuviera en esas condiciones?
El caos parecía interminable: conforme limpiábamos, la marea traía más y más
desechos. Detrás de cada playa que habíamos recuperado, había dos más que
agonizaban entre la basura. La limpieza de playas, aunque estuviera
fundamentada en la buena voluntad de la gente, no era la solución. La tarea era
simplemente imposible. Sin importar cuánto tiempo dedicáramos ni cuánta ayuda
tuviéramos, las playas siempre estarían sucias, las aguas seguirían infestadas
de desechos y la vida del planeta peligraría. No, la solución tenía que ser
algo más a fondo, algo que realmente impactara el mundo y protegiera esas
maravillas que me brindaban tanto asombro, como paz. Fue así como decidí hacer
de esa solución mi meta personal.
La búsqueda de esa solución me llevó a adentrarme
en el mundo de la ecología. Las energías renovables, urbanización ecológica y
la producción sostenible se convirtieron en mis nuevas pasiones. Decidí, aun
estando lejos de graduarme, que la Ingeniería Ambiental era mi carrera a
seguir. Fascinado por las infinitas posibilidades que me brindaba la carrera,
buscaba cada vez más soluciones ingeniosas que permitieran proteger y preservar
aquel mundo de agua que me apasionaba. Quién hubiera pensado que lo comenzó
como un asombro inocente desencadenaría en reflexiones maduras sobre el futuro
de nuestro planeta.
El tiempo de graduarme se acercó, y con éste, la
cruda realidad: la carrera que me apasionaba no tenía bases fuertes en Colombia
y, por lo tanto, su estudio y ejecución no tenían peso real. Debía, entonces,
estudiar una carrera que me permitiera ejercer las cuestiones ecológicas y que
tuviera peso y trayectoria en el país. Finalmente, el futuro se hizo claro: la
Ingeniería industrial era la carrera ideal para mí. Era una carrera que me
permitiría desarrollarme en el ámbito ecológico, en especial en la producción
sostenible, y así poder contribuir a la preservación del medio ambiente.
Es extraño cómo los gustos más inocentes pueden
evolucionar con el tiempo para convertirse en el motor que nos dirige cada vez
más alto en el futuro. Para mí, el gusto por estar sumergido en el agua fue
precisamente eso: un generador de expectativas y un potenciador de emociones
que, poco a poco, fueron forjando el camino hacia donde estoy, y lo seguirán
forjando hacia cosas cada vez más grandes.
jueves, 14 de abril de 2016
Primer avance, ensayo autobiográfico
Sumergiéndome al futuro
Estoy bajo el agua, con los ojos bien abiertos a
pesar del ardor, burbujas saliendo lentamente de mi nariz y boca. De repente,
la necesidad de tomar aire es insoportable y, finalmente, salgo a la
superficie. Este es tal vez el recuerdo más recurrente de mi niñez. Todos los
días me sumergía y exploraba, una y otra vez, el mundo submarino de la piscina.
Antes de caminar, ya chapoteaba en charcos y
platones con un éxtasis reservado únicamente a la inocencia de la infancia.
Conforme ese asombro inocente fue desapareciendo, un gusto nuevo empezó a
vislumbrarse en mí. Con mi niñez atrás y mi adolescencia por delante, el acto
de sumergirme en una piscina comenzó a satisfacer un gusto más maduro: el gusto
por la soledad. Ese gusto por la soledad no era proyección de un deseo de
aislarme de la gente, sino de un aprecio infinito por la quietud que la soledad
proporcionaba. Estar ahí, inmerso en el agua, ajeno de todas las preocupaciones
del día a día: ese era mi deseo más profundo. Fue así como el deseo de
sumergirme en el agua se convirtió en una parte esencial de mi rutina diaria,
era como una droga que dictaba todo lo que sucedía a mi alrededor. Era gracias
a esa pequeña actividad que mi mente se aclaraba, mis pensamientos se formaban
y mi vida tomaba dirección. Ese gusto por estar bajo el agua fue
definitivamente el que me brindó las pautas y oportunidades que me han
convertido en quien soy.
Cada vez, ese gusto y necesidad por la soledad que
me proporcionaba el estar bajo el agua se hacía más y más fuerte, y buscaba
constantemente nuevas formas de satisfacerla. Fue así como me inicié en el
buceo. Son muchas las cosas que le atribuyo y agradezco
a mis padres, pero mi experiencia submarina nunca fue una de esas, al menos no
lo fue hasta hace poco. Cuando comencé a planear la manera de relatar mi
experiencia recurrí a varios amigos y me sorprendí con la frecuencia que ellos
me preguntaban cómo mis padres lo habían permitido. En realidad, no era algo que
hubiera considerado, pues ¿por qué estarían en conflicto mis padres con la
dirección que mi gusto por el agua había tomado? Y fue entonces que lo
comprendí: el buceo implica no solo un alto costo en materia de dinero, sino en
preocupación y canas. El dejar a un hijo incursionarse en un mundo totalmente
ajeno a lo conocido es uno de los mayores sacrificios, y es algo que ahora, con
la madurez de los años, se lo agradezco profundamente a mis padres, pues fue el
primer paso para convertirme en quien soy hoy. En esta nueva actividad
me reencontré con el asombro inocente de la niñez, pues el mundo submarino, algo
desconocido para mí en ese entonces, desbordaba con maravillas llenas de
misterio. Cada vez me intrigaba más y más por el océano y su naturaleza extraordinaria,
y despertaba en mí un sentimiento de pertenencia hacia ésta. Fue precisamente
ese sentimiento de pertenencia lo que me impulsó a inscribirme en la jornada
mundial de limpieza de playas de PADI (institución internacional de buzos
certificados). Solo ahora, años después, entiendo que
esa transición de la inmersión en el agua hacia el buceo era el paso más
lógico. No bastaba con aclarar mi mente cuando las ideas parecían nubladas, era
necesario explotar la calma y claridad que me brindaba el agua. Así, la
transición hacia el buceo fue más que la simple proyección de un deseo de la
niñez, era la progresión necesaria hacia lo que el poeta Robert Lowell y el
filósofo Gabriel Torres llaman “La mirada de Aquiles”: ese espacio
indispensable en la vida de todos en el cual logramos, mediante la soledad y la
autocrítica, vislumbrar con facilidad nuestras debilidades, fortalezas y deseos
más profundos para descubrir nuestro rumbo a seguir.
Las playas que nos designaron para limpiar, a mí y
a quienes nos acompañaron, fueron las de Juanchaco, Ladrilleros y las playas
adyacentes. El viaje estuvo lleno de expectativas. Ansiaba ver esas playas de
las que tanto se escuchaba y poder ayudar, aunque fuera un poco, en su
conservación. Hoy en día, no estoy seguro de lo que me iba a encontrar al
llegar, pero sí tengo la certeza de que es imposible que hubiera podido prever
el caos y el desastre en estas playas. Diferente a como lo había experimentado
en mis viajes de buceo, no eran peces y aves los que rondaban las playas y sus
aguas. Por el contrario, eran papeles, botellas y bolsas los que tapizaban tanto
potencial natural; eran agujas, pañales y vidrios con los que los niños, que
ahí habitaban, convivían al nadar. La situación, por
más triste y desastrosa que pareciera, solo era la punta del iceberg, pues de
los 6,4 millones de toneladas de basura que Green Peace estima terminan en los
océanos anualmente, solo el 15% termina en las playas, esto quiere decir que
toda la destrucción y contaminación que presenciábamos era tan solo una pequeña
parte del problema, lo que hacía la situación aún más preocupante.
Para muchos la situación no era alarmante, pues si
nuestras propias ciudades están tan atestadas de desechos, cómo no estarlo los
rincones naturales menos atendidos. No obstante, para mí, que había presenciado
la belleza enigmática del mundo marino, que había encontrado en él la calma
negada por el día a día, la situación era abrumadora. Aun
así, la falta de preocupación de las demás personas era desalentadora. No podía
creer que la mayoría de las personas no quedaran destrozadas al ver tal
devastación. Aún sin haber presenciado las bellezas del océano, la escena
debería despertar en todos, el sentido de conservación que la UNESCO define como
uno de los sentimientos más básicos del ser humano y factor indispensable para
la conservación del medio ambiente, tristemente, solo unos pocos parecíamos
tenerlo. El caos parecía interminable: conforme limpiábamos, la marea
traía más y más desechos. Detrás de cada playa que habíamos recuperado, había
dos más que agonizaban entre la basura. La limpieza de playas, aunque estuviera
fundamentada en la buena voluntad de la gente, no era la solución. La tarea era
simplemente imposible. Sin importar cuánto tiempo dedicáramos ni cuánta ayuda
tuviéramos, las playas siempre estarían sucias, las aguas seguirían infestadas
de desechos y la vida del planeta peligraría. No, la solución tenía que ser
algo más a fondo, algo que realmente impactara el mundo y protegiera esas
maravillas que me brindaban tanto asombro, como paz. Fue así como decidí hacer
de esa solución mi meta personal.
La búsqueda de esa solución me llevó a adentrarme
en el mundo de la ecología. Las energías renovables, urbanización ecológica y
la producción sostenible se convirtieron en mis nuevas pasiones. Decidí, aun
estando lejos de graduarme, que la Ingeniería Ambiental era mi carrera a
seguir. Fascinado por las infinitas posibilidades que me brindaba la carrera,
buscaba cada vez más soluciones ingeniosas que permitieran proteger y preservar
aquel mundo de agua que me apasionaba. Quién hubiera pensado que lo comenzó
como un asombro inocente desencadenaría en reflexiones maduras sobre el futuro
de nuestro planeta.
El tiempo de graduarme se acercó, y con éste, la
cruda realidad: la carrera que me apasionaba no tenía bases fuertes en Colombia
y, por lo tanto, su estudio y ejecución no tenían peso real. Debía, entonces,
estudiar una carrera que me permitiera ejercer las cuestiones ecológicas y que
tuviera peso y trayectoria en el país. Finalmente, el futuro se hizo claro: la
Ingeniería industrial era la carrera ideal para mí. Era una carrera que me
permitiría desarrollarme en el ámbito ecológico, en especial en la producción
sostenible, y así poder contribuir a la preservación del medio ambiente.
Es extraño cómo los gustos más inocentes pueden
evolucionar con el tiempo para convertirse en el motor que nos dirige cada vez
más alto en el futuro. Para mí, el gusto por estar sumergido en el agua fue
precisamente eso: un generador de expectativas y un potenciador de emociones
que, poco a poco, fueron forjando el camino hacia donde estoy, y lo seguirán
forjando hacia cosas cada vez más grandes.
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