domingo, 8 de mayo de 2016

Ensayo autobiográfico (tercer avance)

Sumergiéndome al futuro (el ensayo)

Estoy bajo el agua, con los ojos bien abiertos a pesar del ardor, burbujas salen lentamente de mi nariz y boca. De repente, tomar aire se hace imprescindible; salgo, entonces,  a la superficie. Este es, tal vez, el recuerdo más recurrente de mi niñez. Todos los días me sumergía y exploraba, una y otra vez, el mundo submarino de la piscina. Antes de caminar, ya chapoteaba en charcos y platones con un éxtasis reservado únicamente a la inocencia de la infancia. Conforme ese asombro inocente fue desapareciendo, un gusto nuevo empezó a vislumbrarse en mí adolescencia al sumergirme en una piscina: el gusto por la soledad. No era el deseo de aislarme de la gente, sino del aprecio infinito por la quietud. Estar ahí, ajeno de todas las preocupaciones del día a día se convirtió en mi rutina. Esta pequeña actividad, de estar bajo el agua, me brindó la oportunidad de convertirme en quien soy.
El gusto y la necesidad de estar bajo el agua se hacía más y más fuerte, buscaba constantemente nuevas formas de satisfacerla, y fue así como me inicié en el buceo. En esta nueva actividad me reencontré con el asombro inocente de la niñez, pues el mundo submarino, algo desconocido para mí en ese entonces, desbordaba maravillas llenas de misterio; me intrigaba el océano y su naturaleza extraordinaria. Lo cual despertó en mí un sentimiento de pertenencia que me impulsó a inscribirme en la jornada mundial de limpieza de playas de PADI (Institución Internacional de Buzos Certificados).
Solo ahora entiendo que esa transición, de la inmersión en el agua al buceo, era el paso más lógico para aclarar mis ideas nubladas. El buceo, entonces, fue más que la simple proyección de un deseo de la niñez, o quizás fue lo que el poeta Robert Lowell y el filósofo Gabriel Torres (2005) llaman “La mirada de Aquiles”: ese espacio indispensable en la vida de todos en el cual logramos, mediante la soledad y la autocrítica, vislumbrar con facilidad nuestras debilidades, fortalezas y deseos más profundos para descubrir nuestro rumbo a seguir (pp. 29 – 31).
Claro, a mis padres les atribuyo y agradezco mi experiencia submarina solo ahora, cuando comencé a planear la manera de relatar esta vivencia. Dialogué con varios amigos y me sorprendí el que ellos me preguntaran: “¿cómo mis padres lo habían permitido?”. En realidad, no lo había considerado, ¿Por qué mis padres estarían en contra de mi gusto? Entonces, lo comprendí: el buceo implica no solo un alto costo en dinero, sino en preocupación y canas. El dejar a un hijo incursionar en un mundo totalmente ajeno a lo conocido es uno de los mayores sacrificios, es algo que ahora, con los años comprendo, y les agradezco profundamente, porque fue el primer paso para convertirme en quien soy hoy.
Continuando con mi historia, las playas que nos designaron para limpiar fueron las de Juanchaco, Ladrilleros y las playas adyacentes. El viaje estuvo lleno de expectativas. Ansiaba ver esas playas de las que tanto se escuchaba y poder ayudar, aunque fuera un poco, en su conservación. Hoy no estoy seguro de lo que me iba a encontrar al llegar, pero tengo la certeza de que es imposible que hubiera podido prever el caos y el desastre en estas playas. Diferente a como lo había experimentado en mis viajes de buceo, no eran peces y aves los que rondaban las playas y sus aguas. Por el contrario, eran papeles, botellas y bolsas los que tapizaban el potencial natural; agujas, pañales y vidrios eran los objetos con los que niños y adolescentes se encontraban cuando  querían nadar.
La situación, por más triste y desastrosa que pareciera, solo era la punta del iceberg, pues de los 6,4 millones de toneladas de basura que Green Peace (2007) estima terminan en los océanos anualmente, solo el 15% termina en las playas, esto quiere decir que toda la destrucción y contaminación que presenciábamos era tan solo una pequeña parte del problema, lo que hacía la situación aún más preocupante.
Para muchos la situación no era alarmante, pues nuestras ciudades están atestadas de desechos, y cómo no estar también los rincones naturales menos atendidos. Pero para mí que había presenciado la belleza enigmática del mundo marino, la situación era abrumadora, y la falta de preocupación de los demás era desalentadora. No podía creer que a la mayoría al ver tal devastación no quedara destrozada. Aún sin haber presenciado las bellezas del océano, la escena debería despertar el sentido de conservación que la UNESCO (1993) define como uno de los sentimientos más básicos del ser humano y factor indispensable para la conservación del medio ambiente (p. 20).
El caos parecía interminable, limpiábamos y la marea traía más y más desechos. Detrás de cada playa que habíamos recuperado, dos más agonizaban entre la basura. La limpieza de playas aunque estuviera fundamentada en la buena voluntad de la gente, no era la solución. La tarea era simplemente imposible. Sin importar cuánto tiempo dedicáramos ni cuánta ayuda tuviéramos, las playas siempre estarían sucias, las aguas seguirían infestadas de desechos y la vida del planeta peligraría. No, la solución tenía que ser algo más a fondo, algo que realmente impactara el mundo y protegiera esas maravillas que me brindaban asombro y paz. Fue así como decidí hacer de esa solución mi meta personal.
Nunca había estado tan decidido y seguro,  ¿qué fue lo que cambió en mí esa experiencia? Tal vez por la necesidad de sentirnos moralmente correctos. Aclaro, con un poco de vergüenza, que si bien el factor emocional y moral fueron componentes importantes en mí actuar, mi pensamiento racional y pragmático fue lo que me dio el último empujón. Tal como Charles S. Pierce y William James, precursores del Pragmatismo y Giovanni Reale y Darío Antiseri (1991) dicen: “La moral no distingue, pues, entre el bien y el mal…” y señalan que la cuestión moral se centra en cambio en “…preferir aquellos ideales cuya realización comporte la destrucción de la menor cantidad posible de otros ideales, y un universo más rico en posibilidades”. Así pues, mi decisión de actuar no se centró únicamente en cuestiones emocionales y morales, sino en reflexiones lógicas y pragmáticas. Considero importante aclararlo porque ahora entiendo que dicho gusto no solo me ha dirigido a  lo que sería correcto, sino a lo que es lógico y viable; aspecto importante a la hora de desarrollar nuestro futuro.
La búsqueda de la solución me llevó al mundo de las energías renovables, la urbanización ecológica y la producción sostenible; las cuales, se convirtieron en mis nuevas pasiones. Decidí, aun estando lejos de graduarme, que la Ingeniería Ambiental era mi carrera a seguir. Fascinado por las infinitas posibilidades que me brindaba la carrera, busqué soluciones ingeniosas que permitieran proteger y preservar aquel mundo de agua que me apasionaba. Quién hubiera pensado que lo que comenzó como un asombro inocente desencadenaría en reflexiones maduras sobre el futuro de nuestro planeta.

El tiempo de graduarme se acercó, y con éste, la cruda realidad: la carrera que me apasionaba no tenía bases fuertes en Colombia y, por lo tanto, su estudio y ejecución no tenían peso real. Debía, entonces, estudiar una carrera que me permitiera ejercer las cuestiones ecológicas y que tuviera peso y trayectoria en mi país. Finalmente, el futuro se hizo claro: la Ingeniería industrial era la carrera ideal para mí. Era una carrera que me permitiría desarrollarme en el ámbito ecológico, en especial en la producción sostenible, y así poder contribuir a la preservación del medio ambiente.
Es extraño cómo los gustos más inocentes pueden evolucionar con el tiempo para convertirse en el motor que nos dirige el futuro. Para mí, el gusto por estar sumergido en el agua fue precisamente eso: un generador de expectativas y un potenciador de emociones que, poco a poco, fueron forjando el camino hacia donde estoy. Mi gusto por estar bajo el agua fue una ventana de oportunidad. Me otorgó ese espacio de reflexión y autocrítica. Entendí el amor, el sacrificio y el apoyo de mis padres, quienes  me han brindado seguridad en cada paso que doy. Mí sentido de pertenencia y amor por la naturaleza me diferencia de la mayoría, así como un carácter pragmático que ha marcado la diferencia en mis decisiones y todo por mi gusto de estar bajo el agua.

Referencias bibliográficas
 -Allstop, M., Johnston, P., Santillo, D., & Walters, A. (2007). Contaminación en los océanos del mundo. Recuperado el dia Abril 12, 2016, de Greenpeace Sitio web: http://www.greenpeace.org/espana/es/reports/contaminaci-n-por-plasticos-en/
-Antiseri, D. & Reale, G.. (1991). Historia del pensamiento filosófico y científico. Barcelona: Herder.
-Torres, G. (2005). Robert Lowell: La mirada de Aquiles. Valencia: Universitat de València. pp.29-31
-(1993). Educación ambiental: principios de enseñanza y aprendizaje. Madrid: UNESCO. P. 20


lunes, 2 de mayo de 2016

Ensayo autobiográfico (segundo avance)

Sumergiéndome al futuro


Estoy bajo el agua, con los ojos bien abiertos a pesar del ardor, burbujas saliendo lentamente de mi nariz y boca. De repente, la necesidad de tomar aire es insoportable y, finalmente, salgo a la superficie. Este es tal vez el recuerdo más recurrente de mi niñez. Todos los días me sumergía y exploraba, una y otra vez, el mundo submarino de la piscina. Antes de caminar, ya chapoteaba en charcos y platones con un éxtasis reservado únicamente a la inocencia de la infancia. Conforme ese asombro inocente fue desapareciendo, un gusto nuevo empezó a vislumbrarse en mí. Con mi niñez atrás y mi adolescencia por delante, el acto de sumergirme en una piscina comenzó a satisfacer un gusto más maduro: el gusto por la soledad. Ese gusto por la soledad no era proyección de un deseo de aislarme de la gente, sino de un aprecio infinito por la quietud que la soledad proporcionaba. Estar ahí, inmerso en el agua, ajeno de todas las preocupaciones del día a día: ese era mi deseo más profundo. Fue así como el deseo de sumergirme en el agua se convirtió en una parte esencial de mi rutina diaria, era como una droga que dictaba todo lo que sucedía a mi alrededor. Era gracias a esa pequeña actividad que mi mente se aclaraba, mis pensamientos se formaban y mi vida tomaba dirección.  Ese gusto por estar bajo el agua fue definitivamente el que me brindó las pautas y oportunidades que me han convertido en quien soy.

Cada vez, ese gusto y necesidad por la soledad que me proporcionaba el estar bajo el agua se hacía más y más fuerte, y buscaba constantemente nuevas formas de satisfacerla. Fue así como me inicié en el buceo. En esta nueva actividad me reencontré con el asombro inocente de la niñez, pues el mundo submarino, algo desconocido para mí en ese entonces, desbordaba con maravillas llenas de misterio. Cada vez me intrigaba más y más por el océano y su naturaleza extraordinaria, y despertaba en mí un sentimiento de pertenencia hacia ésta. Fue precisamente ese sentimiento de pertenencia lo que me impulsó a inscribirme en la jornada mundial de limpieza de playas de PADI (institución internacional de buzos certificados). Solo ahora, años después, entiendo que esa transición de la inmersión en el agua hacia el buceo era el paso más lógico. No bastaba con aclarar mi mente cuando las ideas parecían nubladas, era necesario explotar la calma y claridad que me brindaba el agua. Así, la transición hacia el buceo fue más que la simple proyección de un deseo de la niñez, era la progresión necesaria hacia lo que el poeta Robert Lowell y el filósofo Gabriel Torres (2005) llaman “La mirada de Aquiles”: ese espacio indispensable en la vida de todos en el cual logramos, mediante la soledad y la autocrítica, vislumbrar con facilidad nuestras debilidades, fortalezas y deseos más profundos para descubrir nuestro rumbo a seguir.

Son muchas las cosas que le atribuyo y agradezco a mis padres, pero mi experiencia submarina nunca fue una de esas, al menos no lo fue hasta hace poco. Cuando comencé a planear la manera de relatar mi experiencia recurrí a varios amigos y me sorprendí con la frecuencia que ellos me preguntaban cómo mis padres lo habían permitido. En realidad, no era algo que hubiera considerado, pues ¿por qué estarían en conflicto mis padres con la dirección que mi gusto por el agua había tomado? Y fue entonces que lo comprendí: el buceo implica no solo un alto costo en materia de dinero, sino en preocupación y canas. El dejar a un hijo incursionarse en un mundo totalmente ajeno a lo conocido es uno de los mayores sacrificios, y es algo que ahora, con la madurez de los años, se lo agradezco profundamente a mis padres, pues fue el primer paso para convertirme en quien soy hoy.

Las playas que nos designaron para limpiar, a mí y a quienes nos acompañaron, fueron las de Juanchaco, Ladrilleros y las playas adyacentes. El viaje estuvo lleno de expectativas. Ansiaba ver esas playas de las que tanto se escuchaba y poder ayudar, aunque fuera un poco, en su conservación. Hoy en día, no estoy seguro de lo que me iba a encontrar al llegar, pero sí tengo la certeza de que es imposible que hubiera podido prever el caos y el desastre en estas playas. Diferente a como lo había experimentado en mis viajes de buceo, no eran peces y aves los que rondaban las playas y sus aguas. Por el contrario, eran papeles, botellas y bolsas los que tapizaban tanto potencial natural; eran agujas, pañales y vidrios con los que los niños, que ahí habitaban, convivían al nadar. La situación, por más triste y desastrosa que pareciera, solo era la punta del iceberg, pues de los 6,4 millones de toneladas de basura que Green Peace (2007) estima terminan en los océanos anualmente, solo el 15% termina en las playas, esto quiere decir que toda la destrucción y contaminación que presenciábamos era tan solo una pequeña parte del problema, lo que hacía la situación aún más preocupante.

Para muchos la situación no era alarmante, pues si nuestras propias ciudades están tan atestadas de desechos, cómo no estarlo los rincones naturales menos atendidos. No obstante, para mí, que había presenciado la belleza enigmática del mundo marino, que había encontrado en él la calma negada por el día a día, la situación era abrumadora. Aun así, la falta de preocupación de las demás personas era desalentadora. No podía creer que la mayoría de las personas no quedaran destrozadas al ver tal devastación. Aún sin haber presenciado las bellezas del océano, la escena debería despertar en todos, el sentido de conservación que la UNESCO (1993) define como uno de los sentimientos más básicos del ser humano y factor indispensable para la conservación del medio ambiente, tristemente, solo unos pocos parecíamos tenerlo.

El caos parecía interminable: conforme limpiábamos, la marea traía más y más desechos. Detrás de cada playa que habíamos recuperado, había dos más que agonizaban entre la basura. La limpieza de playas, aunque estuviera fundamentada en la buena voluntad de la gente, no era la solución. La tarea era simplemente imposible. Sin importar cuánto tiempo dedicáramos ni cuánta ayuda tuviéramos, las playas siempre estarían sucias, las aguas seguirían infestadas de desechos y la vida del planeta peligraría. No, la solución tenía que ser algo más a fondo, algo que realmente impactara el mundo y protegiera esas maravillas que me brindaban tanto asombro, como paz. Fue así como decidí hacer de esa solución mi meta personal.

Nunca antes había estado tan decidido y seguro sobre algo ¿Qué fue lo que cambió en mí con esa experiencia que me generó un sentimiento y pensamiento tan decidido? Quisiera decir, tal vez por esa necesidad que todos tenemos de sentirnos moralmente correctos, que lo que viví me brindó valores y me mostró que tomar acción sobre la situación era lo más correcto. No obstante, aclaro, con un poco de vergüenza, que, si bien el factor emocional y moral fueron componentes importantes en mi impulso a actuar, fue un pensamiento totalmente racional y pragmático lo que me dio el último empujón. Tal y como lo expresaron Charles S. Pierce y William James, precursores del Pragmatismo como movimiento filosófico, y como lo recogen Giovanni Reale y Darío Antiseri (1991) “La moral no distingue, pues, entre el bien y el mal…” y señalan que la cuestión moral se centra en cambio en “…preferir aquellos ideales cuya realización comporte la destrucción de la menor cantidad posible de otros ideales, y un universo más rico en posibilidades.” Así pues, mi decisión de actuar no se centró únicamente en cuestiones emocionales y morales (en el sentido común de la palabra), sino en reflexiones lógicas y pragmáticas. Considero importante aclarar esto, pues hasta ahora he presentado la influencia de mi gusto por el agua en mi construcción como persona desde un punto meramente emocional y subjetivo, mas ahora entiendo que dicho gusto no solo me ha dirigido hacia lo que sería correcto hacer, sino hacia lo que sería más lógico y viable, una cuestión de alta importancia a la hora de desarrollar nuestro futuro.

La búsqueda de esa solución me llevó a adentrarme en el mundo de la ecología. Las energías renovables, urbanización ecológica y la producción sostenible se convirtieron en mis nuevas pasiones. Decidí, aun estando lejos de graduarme, que la Ingeniería Ambiental era mi carrera a seguir. Fascinado por las infinitas posibilidades que me brindaba la carrera, buscaba cada vez más soluciones ingeniosas que permitieran proteger y preservar aquel mundo de agua que me apasionaba. Quién hubiera pensado que lo comenzó como un asombro inocente desencadenaría en reflexiones maduras sobre el futuro de nuestro planeta.

El tiempo de graduarme se acercó, y con éste, la cruda realidad: la carrera que me apasionaba no tenía bases fuertes en Colombia y, por lo tanto, su estudio y ejecución no tenían peso real. Debía, entonces, estudiar una carrera que me permitiera ejercer las cuestiones ecológicas y que tuviera peso y trayectoria en el país. Finalmente, el futuro se hizo claro: la Ingeniería industrial era la carrera ideal para mí. Era una carrera que me permitiría desarrollarme en el ámbito ecológico, en especial en la producción sostenible, y así poder contribuir a la preservación del medio ambiente.

Es extraño cómo los gustos más inocentes pueden evolucionar con el tiempo para convertirse en el motor que nos dirige cada vez más alto en el futuro. Para mí, el gusto por estar sumergido en el agua fue precisamente eso: un generador de expectativas y un potenciador de emociones que, poco a poco, fueron forjando el camino hacia donde estoy, y lo seguirán forjando hacia cosas cada vez más grandes. Aún más que una pasión y un motor emocional, el gusto por estar sumergido bajo el agua fue una ventana de oportunidad. Fue ese gustó quien me otorgó ese espacio de reflexión y autocrítica necesario en la vida de todos. Gracias a él, entendí el amor, sacrificio y apoyo de mis padres, lo que me ha brindado seguridad en cada paso que he tomado hacia donde estoy hoy. Es por ese gusto que despertó en mí un sentido de pertenencia y amor por la naturaleza que me diferencia de la mayoría, así como un carácter pragmático que ha marcado la diferencia en mis decisiones. Fueron las experiencias a la cuales me llevó ese gusto por el estar bajo el agua, las que abrieron mis ojos, desolaron mi corazón y me dieron la pauta final para convertirme en quien soy hoy y en quien seré mañana.

Referencias bibliográficas
 -Allstop, M., Johnston, P., Santillo, D., & Walters, A. (2007). Contaminación en los océanos del mundo. Abril 12, 2016, de Greenpeace Sitio web: http://www.greenpeace.org/espana/es/reports/contaminaci-n-por-plasticos-en/
-Antiseri, D. & Reale, G.. (1991). Historia del pensamiento filosófico y científico. Barcelona: Herder.
-Torres, G. (2005). Robert Lowell: La mirada de Aquiles. Valencia: Universitat de València. pp.29-31
-(1993). Educación ambiental: principios de enseñanza y aprendizaje. Madrid: UNESCO. P. 20


jueves, 28 de abril de 2016

Lectura de la Autobiografía




Planificación ensayo autobiográfico

Tema: Experiencia alrededor de la inmersión en el agua (Jornada de limpieza de playas en Juanchaco y Ladrilleros).
Tesis: El gusto por estar sumergido en el agua fue precisamente lo que fue forjando el camino hacia donde estoy.
Tipo de texto: Ensayo autobiográfico.
Propósito: Informar sobre los hechos que estuvieron involucrados con mi práctica del buceo y explicar la relevancia de esto para mi actualidad
Destinatarios: Compañeros de clase de COE ll, personas con condiciones sociales y educación similares a las mías. Profesora de la clase de COE II.
Acción textual: El texto describirá la experiencia de inmersión en el agua, en especial, aquella vivida en la jornada de limpieza de playas. También argumentará la manera en la que el gusto por la inmersión en el agua me llevó a ser quien soy hoy.
Tono: Familiar, personal, un poco académico y formal.
Textualizadores: Ejemplificación, anécdotas, citas.

Lista de ideas

--Planteamiento de la tesis. (¿Cómo introducirla?)--
1.       Aprendizaje del buceo
1.1.    Pasión por la natación
1.2.    Buceo como una extensión de la natación.
1.2.1. Importancia del apoyo de mi familia.
1.3.    Estar sumergido como un espacio de soledad y de auto-búsqueda.
1.3.1. Ejemplo del sentimiento de soledad y auto-búsqueda.
1.3.2. Importancia de ese espacio de auto-búsqueda para la construcción del yo (buscar una cita).
1.4.    Intriga y asombro por el mundo marino despertados por el buceo.
2.       Limpieza de playas
2.1.    Invitación y decisión de asistencia.
2.2.    Sorpresa (abrumado) por la situación de las playas.
2.3.    Indignación - ¿Cómo algo tan bello y que me ha brindado tanta paz y aprendizaje interno puede estar así? ¿Qué puedo hacer? Contacto con la realidad, transición de las problemáticas mundiales de ajenas a personales.
2.3.1.Citas y datos de informes sobre la situación mundial y local de contaminación de los océanos.
2.3.2.  ¿Por qué nadie más se impactaba?
3.       Desenlace de eventos
3.1.    Tomé como meta personal hacer algo al respecto.
3.2.    ¿Cómo unir mis metas de ese tiempo con la meta propuesta?
3.2.1. Dificultades para cumplir la meta
3.3.    Decisión del futuro académico y laboral difícil. Sacrificio de la meta a corto plazo para un desenlace fructífero a futuro.
3.3.1. ¿Me deje influenciar de falsos supuestos?
3.3.2. ¿Fue la mejor decisión dado el contexto nacional?
3.3.3. ¿Fue la mejor decisión para mí (plan de vida y felicidad/satisfacción personal)?

--Cierre--

jueves, 21 de abril de 2016

Planificación texto audiovisual

Tipo de texto: audiovisual
Tema: mi recorrido hacia la producción el ensayo autobiográfico
Propósito: explicar mi proceso de composición del ensayo autobiográfico
Tono: formal
Destinatario: profesora y compañeros de la clase de COE II


Lista de ideas

1.       Autobiografía
1.1. Selección del tema
1.2. Escritura
1.2.1.       Planeación
1.2.2.       Producción
1.2.3.       Reescritura
2.       Ensayo
2.1. Análisis de la autobiografía
2.2. Planeación inicial
2.2.1.       Indagación
2.2.2.       Selección de información
2.3. Escritura

2.4. Reescritura 

lunes, 18 de abril de 2016

Sumergiéndome al futuro (autobiografía versión 2)

Estoy bajo el agua, con los ojos bien abiertos a pesar del ardor, burbujas salen lentamente de mi nariz y boca. De repente, la necesidad de tomar aire es insoportable y, finalmente, salgo a la superficie. Este es tal vez el recuerdo más recurrente de mi niñez. Todos los días me sumergía y exploraba, una y otra vez, el mundo submarino de la piscina. Antes de caminar, ya chapoteaba en charcos y platones con un éxtasis reservado únicamente a la inocencia de la infancia. Conforme ese asombro inocente fue desapareciendo, un gusto nuevo empezó a vislumbrarse en mí. Con mi niñez atrás y mi adolescencia por delante, el acto de sumergirme en una piscina comenzó a satisfacer un gusto más maduro: el gusto por la soledad. Ese gusto por la soledad no era proyección de un deseo de aislarme de la gente, sino de un aprecio infinito por la quietud que la soledad proporcionaba. Estar ahí, inmerso en el agua, ajeno de todas las preocupaciones del día a día: ese era mi deseo más profundo. Fue así como el deseo de sumergirme en el agua se convirtió en una parte esencial de mi rutina diaria, era como una droga que dictaba todo lo que sucedía a mi alrededor. Era gracias a esa pequeña actividad que mi mente se aclaraba, mis pensamientos se formaban y mi vida tomaba dirección.
Cada vez, ese gusto y necesidad por la soledad que me proporcionaba el estar bajo el agua se hacía más y más fuerte, y buscaba constantemente nuevas formas de satisfacerla. Fue así como me inicié en el buceo. En esta nueva actividad me reencontré con el asombro inocente de la niñez, pues el mundo submarino, algo desconocido para mí en ese entonces, desbordaba con maravillas llenas de misterio. Cada vez me intrigaba más y más por el océano y su naturaleza extraordinaria, y despertaba en mí un sentimiento de pertenencia hacia ésta. Fue precisamente ese sentimiento de pertenencia lo que me impulsó a inscribirme en la jornada mundial de limpieza de playas de PADI (institución internacional de buzos certificados).
Las playas que nos designaron para limpiar, a mí y a quienes me acompañaron, fueron las de Juanchaco, Ladrilleros y las playas adyacentes. El viaje estuvo lleno de expectativas. Ansiaba ver esas playas de las que tanto se escuchaba y poder ayudar, aunque fuera un poco, en su conservación. Hoy en día, no estoy seguro de lo que me iba a encontrar al llegar, pero sí tengo la certeza de que es imposible que hubiera podido prever el caos y el desastre en estas playas. Diferente a como lo había experimentado en mis viajes de buceo, no eran peces y aves los que rondaban las playas y sus aguas. Por el contrario, eran papeles, botellas y bolsas los que tapizaban tanto potencial natural; eran agujas, pañales y vidrios con los que los niños, que ahí habitaban, convivían al nadar.

Para muchos la situación no era alarmante, pues si nuestras propias ciudades están tan atestadas de desechos, cómo no estarlo los rincones naturales menos atendidos. No obstante, para mí, que había presenciado la belleza enigmática del mundo marino, que había encontrado en él la calma negada por el día a día, la situación era abrumadora. ¿Cómo es posible que algo tan bello y preciado estuviera en esas condiciones? El caos parecía interminable: conforme limpiábamos, la marea traía más y más desechos. Detrás de cada playa que habíamos recuperado, había dos más que agonizaban entre la basura. La limpieza de playas, aunque estuviera fundamentada en la buena voluntad de la gente, no era la solución. La tarea era simplemente imposible. Sin importar cuánto tiempo dedicáramos ni cuánta ayuda tuviéramos, las playas siempre estarían sucias, las aguas seguirían infestadas de desechos y la vida del planeta peligraría. No, la solución tenía que ser algo más a fondo, algo que realmente impactara el mundo y protegiera esas maravillas que me brindaban tanto asombro, como paz. Fue así como decidí hacer de esa solución mi meta personal.
La búsqueda de esa solución me llevó a adentrarme en el mundo de la ecología. Las energías renovables, urbanización ecológica y la producción sostenible se convirtieron en mis nuevas pasiones. Decidí, aun estando lejos de graduarme, que la Ingeniería Ambiental era mi carrera a seguir. Fascinado por las infinitas posibilidades que me brindaba la carrera, buscaba cada vez más soluciones ingeniosas que permitieran proteger y preservar aquel mundo de agua que me apasionaba. Quién hubiera pensado que lo comenzó como un asombro inocente desencadenaría en reflexiones maduras sobre el futuro de nuestro planeta.
El tiempo de graduarme se acercó, y con éste, la cruda realidad: la carrera que me apasionaba no tenía bases fuertes en Colombia y, por lo tanto, su estudio y ejecución no tenían peso real. Debía, entonces, estudiar una carrera que me permitiera ejercer las cuestiones ecológicas y que tuviera peso y trayectoria en el país. Finalmente, el futuro se hizo claro: la Ingeniería industrial era la carrera ideal para mí. Era una carrera que me permitiría desarrollarme en el ámbito ecológico, en especial en la producción sostenible, y así poder contribuir a la preservación del medio ambiente.

Es extraño cómo los gustos más inocentes pueden evolucionar con el tiempo para convertirse en el motor que nos dirige cada vez más alto en el futuro. Para mí, el gusto por estar sumergido en el agua fue precisamente eso: un generador de expectativas y un potenciador de emociones que, poco a poco, fueron forjando el camino hacia donde estoy, y lo seguirán forjando hacia cosas cada vez más grandes.

jueves, 14 de abril de 2016

Primer avance, ensayo autobiográfico

Sumergiéndome al futuro

Estoy bajo el agua, con los ojos bien abiertos a pesar del ardor, burbujas saliendo lentamente de mi nariz y boca. De repente, la necesidad de tomar aire es insoportable y, finalmente, salgo a la superficie. Este es tal vez el recuerdo más recurrente de mi niñez. Todos los días me sumergía y exploraba, una y otra vez, el mundo submarino de la piscina. Antes de caminar, ya chapoteaba en charcos y platones con un éxtasis reservado únicamente a la inocencia de la infancia. Conforme ese asombro inocente fue desapareciendo, un gusto nuevo empezó a vislumbrarse en mí. Con mi niñez atrás y mi adolescencia por delante, el acto de sumergirme en una piscina comenzó a satisfacer un gusto más maduro: el gusto por la soledad. Ese gusto por la soledad no era proyección de un deseo de aislarme de la gente, sino de un aprecio infinito por la quietud que la soledad proporcionaba. Estar ahí, inmerso en el agua, ajeno de todas las preocupaciones del día a día: ese era mi deseo más profundo. Fue así como el deseo de sumergirme en el agua se convirtió en una parte esencial de mi rutina diaria, era como una droga que dictaba todo lo que sucedía a mi alrededor. Era gracias a esa pequeña actividad que mi mente se aclaraba, mis pensamientos se formaban y mi vida tomaba dirección.  Ese gusto por estar bajo el agua fue definitivamente el que me brindó las pautas y oportunidades que me han convertido en quien soy.

Cada vez, ese gusto y necesidad por la soledad que me proporcionaba el estar bajo el agua se hacía más y más fuerte, y buscaba constantemente nuevas formas de satisfacerla. Fue así como me inicié en el buceo. Son muchas las cosas que le atribuyo y agradezco a mis padres, pero mi experiencia submarina nunca fue una de esas, al menos no lo fue hasta hace poco. Cuando comencé a planear la manera de relatar mi experiencia recurrí a varios amigos y me sorprendí con la frecuencia que ellos me preguntaban cómo mis padres lo habían permitido. En realidad, no era algo que hubiera considerado, pues ¿por qué estarían en conflicto mis padres con la dirección que mi gusto por el agua había tomado? Y fue entonces que lo comprendí: el buceo implica no solo un alto costo en materia de dinero, sino en preocupación y canas. El dejar a un hijo incursionarse en un mundo totalmente ajeno a lo conocido es uno de los mayores sacrificios, y es algo que ahora, con la madurez de los años, se lo agradezco profundamente a mis padres, pues fue el primer paso para convertirme en quien soy hoy. En esta nueva actividad me reencontré con el asombro inocente de la niñez, pues el mundo submarino, algo desconocido para mí en ese entonces, desbordaba con maravillas llenas de misterio. Cada vez me intrigaba más y más por el océano y su naturaleza extraordinaria, y despertaba en mí un sentimiento de pertenencia hacia ésta. Fue precisamente ese sentimiento de pertenencia lo que me impulsó a inscribirme en la jornada mundial de limpieza de playas de PADI (institución internacional de buzos certificados). Solo ahora, años después, entiendo que esa transición de la inmersión en el agua hacia el buceo era el paso más lógico. No bastaba con aclarar mi mente cuando las ideas parecían nubladas, era necesario explotar la calma y claridad que me brindaba el agua. Así, la transición hacia el buceo fue más que la simple proyección de un deseo de la niñez, era la progresión necesaria hacia lo que el poeta Robert Lowell y el filósofo Gabriel Torres llaman “La mirada de Aquiles”: ese espacio indispensable en la vida de todos en el cual logramos, mediante la soledad y la autocrítica, vislumbrar con facilidad nuestras debilidades, fortalezas y deseos más profundos para descubrir nuestro rumbo a seguir.

Las playas que nos designaron para limpiar, a mí y a quienes nos acompañaron, fueron las de Juanchaco, Ladrilleros y las playas adyacentes. El viaje estuvo lleno de expectativas. Ansiaba ver esas playas de las que tanto se escuchaba y poder ayudar, aunque fuera un poco, en su conservación. Hoy en día, no estoy seguro de lo que me iba a encontrar al llegar, pero sí tengo la certeza de que es imposible que hubiera podido prever el caos y el desastre en estas playas. Diferente a como lo había experimentado en mis viajes de buceo, no eran peces y aves los que rondaban las playas y sus aguas. Por el contrario, eran papeles, botellas y bolsas los que tapizaban tanto potencial natural; eran agujas, pañales y vidrios con los que los niños, que ahí habitaban, convivían al nadar. La situación, por más triste y desastrosa que pareciera, solo era la punta del iceberg, pues de los 6,4 millones de toneladas de basura que Green Peace estima terminan en los océanos anualmente, solo el 15% termina en las playas, esto quiere decir que toda la destrucción y contaminación que presenciábamos era tan solo una pequeña parte del problema, lo que hacía la situación aún más preocupante.

Para muchos la situación no era alarmante, pues si nuestras propias ciudades están tan atestadas de desechos, cómo no estarlo los rincones naturales menos atendidos. No obstante, para mí, que había presenciado la belleza enigmática del mundo marino, que había encontrado en él la calma negada por el día a día, la situación era abrumadora. Aun así, la falta de preocupación de las demás personas era desalentadora. No podía creer que la mayoría de las personas no quedaran destrozadas al ver tal devastación. Aún sin haber presenciado las bellezas del océano, la escena debería despertar en todos, el sentido de conservación que la UNESCO define como uno de los sentimientos más básicos del ser humano y factor indispensable para la conservación del medio ambiente, tristemente, solo unos pocos parecíamos tenerlo. El caos parecía interminable: conforme limpiábamos, la marea traía más y más desechos. Detrás de cada playa que habíamos recuperado, había dos más que agonizaban entre la basura. La limpieza de playas, aunque estuviera fundamentada en la buena voluntad de la gente, no era la solución. La tarea era simplemente imposible. Sin importar cuánto tiempo dedicáramos ni cuánta ayuda tuviéramos, las playas siempre estarían sucias, las aguas seguirían infestadas de desechos y la vida del planeta peligraría. No, la solución tenía que ser algo más a fondo, algo que realmente impactara el mundo y protegiera esas maravillas que me brindaban tanto asombro, como paz. Fue así como decidí hacer de esa solución mi meta personal.

La búsqueda de esa solución me llevó a adentrarme en el mundo de la ecología. Las energías renovables, urbanización ecológica y la producción sostenible se convirtieron en mis nuevas pasiones. Decidí, aun estando lejos de graduarme, que la Ingeniería Ambiental era mi carrera a seguir. Fascinado por las infinitas posibilidades que me brindaba la carrera, buscaba cada vez más soluciones ingeniosas que permitieran proteger y preservar aquel mundo de agua que me apasionaba. Quién hubiera pensado que lo comenzó como un asombro inocente desencadenaría en reflexiones maduras sobre el futuro de nuestro planeta.

El tiempo de graduarme se acercó, y con éste, la cruda realidad: la carrera que me apasionaba no tenía bases fuertes en Colombia y, por lo tanto, su estudio y ejecución no tenían peso real. Debía, entonces, estudiar una carrera que me permitiera ejercer las cuestiones ecológicas y que tuviera peso y trayectoria en el país. Finalmente, el futuro se hizo claro: la Ingeniería industrial era la carrera ideal para mí. Era una carrera que me permitiría desarrollarme en el ámbito ecológico, en especial en la producción sostenible, y así poder contribuir a la preservación del medio ambiente.


Es extraño cómo los gustos más inocentes pueden evolucionar con el tiempo para convertirse en el motor que nos dirige cada vez más alto en el futuro. Para mí, el gusto por estar sumergido en el agua fue precisamente eso: un generador de expectativas y un potenciador de emociones que, poco a poco, fueron forjando el camino hacia donde estoy, y lo seguirán forjando hacia cosas cada vez más grandes.

martes, 8 de marzo de 2016

Escrito comparativo entre puestas en escena

El propósito de este escrito es comparar las dos puestas en escena que se han hecho, grabado y subido al blog previamente. El fin de dicha comparación es poder analizar el avance que se ha hecho en el tema y definir en qué aspectos aún se debe trabajar.
Comencemos con la estructura. En el primer video no hubo una introducción ni del locutor ni del tema. Se inició con el desarrollo de los puntos a tratar, el cual fue bueno, pero no estuvo recogido a forma de finalización en una conclusión. En el segundo video podemos ver cómo la puesta en escena estuvo bien estructurada, con una introducción pertinente, un buen desarrollo y una conclusión adecuada.
En cuanto al contenido, las puestas en escena no variaron mucho. En ambas se utilizó un lenguaje comprensible para el público y la información proporcionada fue suficiente para la comprensión necesaria del tema presentado. No obstante, hubo pequeñas diferencias en cuanto al manejo del tema, pues, aunque en ambas se manejó la temática con facilidad, en la primera hubo ciertos espacios de duda que demostraron que el manejo de ésta no fue total.
Finalmente, hablemos del estilo. En ambas puestas en escena la modulación de las palabras, así como el volumen de voz que se manejó, fueron adecuadas. Se hizo un gran avance respecto a el contacto visual, dado que en la primera puesta en escena la mirada era muy evasiva, mientras que en la segunda se efectuó de manera correcta el paneo. De igual manera, hubo mejoras en cuanto al ritmo de la presentación, pues en la segunda éste fue más fluida que en la anterior. Ahora, no todo fue una mejora significativa. Ambos videos demuestran cierta cantidad de muletillas a la hora de presentar, así como el mal manejo en el espacio que, aunque mejoró de una presentación a la otra, aún se puede mejorar. Igualmente, los gestos y movimientos a la hora de presentar fueron muy parecidos, ya que en ambos se utilizan gestos que complementan la explicación del tema, pero se evidencia la repetición de meterse la mano en el bolsillo, aunque en la segunda puesta en escena se fue más consciente de esto.

Podemos decir entonces que sin duda se ha mejorado en casi todos los aspectos que conciernen a una puesta en escena efectiva. Se han hecho avances significativos en la organización de la presentación y en el contenido de ésta. Así mismo, se ha progresado en el estilo, aunque aún deben mejorarse el desplazamiento y los gestos, así como reducirse el uso de muletillas.

Biografía de Frederick Winslow Taylor


jueves, 3 de marzo de 2016

Planificación autobiografía

Tipo de texto: Autobiografía – Texto narrativo y explicativo

Delimitación del tema: Jornada de limpieza de playas en Juanchaco  y Ladrilleros y experiencia como buzo.

Propósito: Informar sobre los hechos que estuvieron involucrados con mi práctica del buceo y explicar la relevancia de esto para mi actualidad

Tono: Familiar, personal, un poco académico y formal.

Lector: Compañeros de clase de COE ll, personas con condiciones sociales y educación similares a las mías. Profesora de la clase de COE II.

Lluvia de ideas:
-Desde pequeño siempre me ha interesado mucho la naturaleza, en especial los ecosistemas marinos.
-En el colegio tuve la oportunidad de certificarme como buzo y realizar viajes periódicos de buceo.
-Como integrantes buzos constantes certificados por PADI, fuimos invitados a la jornada internacional de limpieza de playas. Decimos aportar realizando la jornada de tres días en juanchaco y ladrilleros.
-Siempre vemos el lado “lindo” de las cosas, lo que no nos permite dimensionar la magnitud de los problemas que nos acechan.
-Me impresiono mucho el estado de los ecosistemas marinos de ladrilleros. No solo las playas habían perdido su belleza, sino que la biodiversidad que albergaban diezmaba a una velocidad preocupante.
-Nosotros mismos (los humanos) somos los responsables del detrimento de la vida en los océanos, y por lo tanto en todo el mundo.
-Desperté una afición por la conservación de la naturaleza. 
- Dicha experiencia me marcó para siempre, infundiéndome con los principios de amor y cuidado del medio ambiente y dirigiendo mi plan académico y profesional.

Lista de ideas:

1.       Aprendizaje del buceo
1.1.    Pasión por la natación
1.2.    Buceo como una extensión de la natación.
1.3.    Estar sumergido como un espacio de soledad y de auto-búsqueda.
1.4.    Intriga y asombro por el mundo marino despertados por el buceo.
2.       Limpieza de playas
2.1.    Invitación y decisión de asistencia.
2.2.    Sorpresa (abrumado) por la situación de las playas.
2.3.    Indignación - ¿Cómo algo tan bello y que me ha brindado tanta paz y aprendizaje interno puede estar así? ¿Qué puedo hacer? Contacto con la realidad, transición de las problemáticas mundiales de ajenas a personales.
3.       Desenlace de eventos
3.1.    Tome como meta personal hacer algo al respecto.
3.2.    ¿Cómo unir mis metas de ese tiempo con la meta propuesta?
3.3.    Decisión del futuro académico y laboral difícil. Sacrificio de la meta a corto plazo para un desenlace fructífero a futuro.





viernes, 19 de febrero de 2016

Sobre los gustos inocentes (autobiografía versión 1)

Estoy bajo el agua, con los ojos bien abiertos a pesar del ardor, burbujas saliendo lentamente de mi nariz y boca. De repente, la necesidad de tomar aire es insoportable y, finalmente, salgo a la superficie. Este es tal vez el recuerdo más recurrente de mi niñez. Todos los días me sumergía y exploraba, una y otra vez, el mundo submarino de la piscina. Antes de caminar ya chapoteaba en charcos y platones con un éxtasis reservado únicamente a la inocencia de la infancia. Conforme ese asombro inocente fue desapareciendo, un gusto nuevo empezó a vislumbrarse en mí. Con mi niñez atrás y mi adolescencia por delante, el acto de sumergirme en una piscina comenzó a satisfacer un gusto más maduro: el gusto por la soledad. Ese gusto por la soledad no era proyección de un deseo de aislarme de la gente, sino de un aprecio infinito por la quietud que la soledad proporcionaba. Estar ahí, inmerso en el agua, ajeno de todas las preocupaciones del día a día: ese era mi deseo más profundo.
Al llegar a la cúspide de la adolescencia decidí llevar la pasión por sumergirme en el agua a otro nivel. Fue así como me inicié en el buceo. En esta nueva actividad me reencontré con el asombro inocente de la niñez, pues el mundo submarino -algo desconocido para mí en ese entonces- desbordaba con maravillas llenas de misterio. Cada vez me intrigaba más y más por el océano y sus maravillas, y despertaba en mí un sentimiento de pertenencia hacia éstas. Fue precisamente ese sentimiento de pertenencia lo que me impulsó a inscribirme en la jornada mundial de limpieza de playas de PADI (institución internacional de buzos certificados).
Las playas que nos designaron para limpiar, a mí y a quienes nos acompañaron, fueron las de Juanchaco, Ladrilleros y las playas adyacentes. El viaje estuvo lleno de expectativas. Ansiaba ver esas playas de las que tanto se escuchaba y poder ayudar, aunque fuera un poco, en su conservación. No estoy seguro de que pensaba que me iba a encontrar una vez llegáramos, pero sin importar lo que me hubiera imaginado, habría estado rotundamente equivocado. Es imposible que hubiera podido prever el caos y desastre en el cual se encontraban las playas. Diferente a como lo había experimentado en mis viajes de buceo, no eran peces y aves los que rondaban las playas y sus aguas. Por el contrario, eran papeles, botellas y bolsas los que tapizaban tanto potencial natural; eran agujas, pañales y vidrios con los que los niños, que ahí habitaban, convivían al nadar.
Para muchos la situación no era alarmante, pues si nuestras propias ciudades están tan atestadas de desechos, cómo no estarlo los rincones naturales menos atendidos. No obstante, para mí, que había presenciado la belleza enigmática del mundo marino, que había encontrado en él la calma negada por el día a día, la situación era abrumadora ¿Cómo es posible que algo tan bello y preciado estuviera en esas condiciones? El caos parecía interminable: conforme limpiábamos, la marea traía más y más desechos. Detrás de cada playa que habíamos recuperado, había dos más que agonizaban entre la basura. La limpieza de playas, aunque estuviera fundamentada en la buena voluntad de la gente, no era la solución. La tarea era simplemente imposible. Sin importar cuanto tiempo dedicáramos ni cuanta ayuda tuviéramos, las playas siempre estarían sucias, las aguas seguirían infestadas de desechos y la vida del planeta peligraría. No, la solución tenía que ser algo más a fondo, algo que realmente impactara el mundo y protegiera esas maravillas que me brindaban, tanto asombro, como paz. Fue así como decidí hacer de esa solución mi meta personal.
La búsqueda de esa solución me llevó a adentrarme en el mundo de la ecología. Las energías renovables, urbanización ecológica, producción sostenible: eran éstas mis nuevas pasiones. Decidí, aun estando lejos de graduarme, que la Ingeniería Ambiental era mi carrera a seguir. Fascinado con las infinitas posibilidades que me brindaba la carrera, buscaba cada vez más soluciones ingeniosas que permitieran proteger y preservar aquél mundo de agua que me apasionaba. Quién hubiera pensado que lo comenzó como un asombro inocente desencadenaría en reflexiones maduras sobre el futuro de nuestro planeta.
El tiempo de graduarme se acercó, y con éste, la cruda realidad: la carrera que me apasionaba no tenía bases fuertes en Colombia y, por lo tanto, su estudio y ejecución no tenían peso real. Debía, entonces, estudiar una carrera que me permitiera ejercer las cuestiones ecológicas y que tuviera peso y trayectoria en el país. Finalmente, el futuro se hizo claro: la Ingeniería industrial era la carrera ideal para mí. Era una carrera que me permitiría desarrollarme en el ámbito ecológico, en especial en la producción sostenible, y así, poder contribuir a la preservación del medio ambiente.

Es extraño cómo los gustos más inocentes pueden evolucionar con el tiempo para convertirse en el motor que nos dirige cada vez más alto en el futuro. Para mí, el gusto por estar sumergido en el agua fue precisamente eso: un generador de expectativas y un potenciador de emociones que, poco a poco, fueron forjando el camino hacia donde estoy, y lo seguirán forjando hacia cosas cada vez más grandes.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Mi experiencia como escritor

La trayectoria que tengo como escritor se limita casi totalmente al ámbito académico, especialmente a ensayos e informes. Si soy honesto, creo que son contadas las veces he empezado a escribir por iniciativa propia. Los pocos textos que he desarrollado por fuera del colegio o la universidad han sido, en su mayoría, fruto de la constante perfección y apropiación de las tareas de escritura. Y es que si bien la escritura no es algo que se me da con gran facilidad, no me puedo permitir usar eso de excusa para no dar lo mayor de mí. Me es inevitable dejar de encontrar errores en mis producciones, por lo que casi siempre termino dejando los textos tal y como están, incluso estando consciente de su imperfección. Sin embargo, de vez en cuando me enfrento con un texto que, por su temática o su estructura, es digno de ser reescrito múltiples veces. Es en esas raras ocasiones en que adopto la escritura como algo personal, la convierto en una herramienta para la evolución de mi proceso cognitivo, permitiéndome ampliar mis ideas cada vez más. Pienso mucho, escribo poco: una tendencia algo irónica y poco saludable si consideramos que el pensamiento y la escritura son dos caras de la misma moneda que nos define como seres humanos. Pienso mucho, escribo poco: una tendencia que todos deberíamos procurar dejar atrás.

Comentario sobre el capítulo 10

¿Por qué el momento descrito fue significativo para el autor?


El autor describe la cercanía de su familia con la Iglesia y cómo ésta llego a ocurrir. Así mismo, aprovecha dicha descripción para, en base a sus recuerdos, hacer una crítica a la relación entre la medicina y la Iglesia, y a los intereses detrás de dicha relación. El autor no nos habla en ningún momento de la relevancia de los acontecimientos descritos, aun peor, esos acontecimientos no están relacionados directamente con él. Así pues, no nos queda más que inferir que los hechos descritos ayudaron a la formación de del pensamiento crítico del autor, y nos permiten comprender la posición del él frente a la Iglesia y su relación con la medicina. De esta manera, podemos decir que, aunque el momento descrito no cuenta con una relevancia evidente para el autor, lo sucedido jugó un papel clave en la construcción del pensamiento crítico del autor e influyó en las corrientes ideológicas adoptadas por él

CORRECCIÓN

El autor hace una crítica a la relación entre la medicina y la Iglesia, y a los intereses detrás de ésta. El autor no habla en ningún momento de la trascendencia de los acontecimientos descritos, aun peor, éstos no están vinculados directamente con él. Así pues, no nos queda más que inferir que los hechos descritos ayudaron a la formación del pensamiento crítico del autor, y nos permiten comprender su posición frente a la Iglesia y su nexo con la medicina. De esta manera podemos decir que, aunque el momento descrito no cuenta con una relevancia evidente para el autor, lo sucedido jugó un papel clave en la construcción de su pensamiento crítico e influyó en las corrientes ideológicas adoptadas por él. De igual manera, cabe resaltar la importancia de su crítica, pues, tanto en su época como en la actualidad, los lazos que existen entre la Iglesia y las diferentes instituciones atienden a intereses políticos y económicos enmascarados de buena fe